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Desde Ese Entonces MP3 - William Marrion Branham

60-0331

Cita del Mensaje de William Marrion Branham:
María corre y abraza a Elisabet, y Elisabet abraza a María, y ellas dos estaban abrazándose dulcemente una a la otra, y hablando. Y yo puedo oír a Elisabet decir: “¡Oh, María!, nunca te he visto que te mires tan hermosa. Tus ojos están tan brillantes, y tu–tu rostro es tan hermoso. ¡Llegaste a ser una mujer tan hermosa! ¿Me supongo que quizás tú y José todavía están desposados?” “Sí, todavía estamos desposados”. Y ella dijo: “¿Sabes tú, María, que voy a ser madre?” “Sí, yo lo sé; yo lo sé. Y yo también voy a ser madre”, dijo María. Y ella dijo: “Oh, ya veo. Tú y José ya se casaron”. “No, José y yo no estamos casados”. Y qué mirada de sorpresa se ha de haber reflejado en el rostro de Elisabet. “¿Me quieres decir que vas a ser madre, y tú y José no están casados?” “Correcto”. Oh, y con la sonrisa en su rostro. “María, ¿qué es lo que pasa?”

¿Ven?, ella se había encontrado con Dios; eso hizo la diferencia. Algo estaba sucediendo. “Oh”, ella dijo: “De la manera que yo supe que tú ibas a ser madre, fue que hubo un Angel que se encontró conmigo ayer en la mañana mientras iba al pozo. Y El me dio una gran salutación y me dijo que yo había hallado gracia delante de Dios, y que el Espíritu Santo me iba a cubrir con Su sombra. Y me dijo que yo iba a tener un Hijo. Y dijo que tú también ibas a tener un hijo”. Ella dijo: “Pero cariño, el bebé está muerto. Tengo seis meses de ser madre, y el bebé todavía no se ha movido”. Ella dijo: “Oh, yo no me preocuparía por eso. ¿Sabes?, que cuando la sombra de El me cub-... dijo que el Espíritu Santo me cubriría con Su sombra, y que el Bebé que nacería en mí, de mí, sería llamado el Hijo de Dios, y yo llamaría Su Nombre Jesús”. Y tan pronto como ella dijo: “Jesús”, la primera vez que esa palabra provino de labios mortales, el pequeño Juan recibió el Espíritu Santo (muerto en el vientre de su madre), y empezó a saltar de gozo en el vientre de su madre. ¡Oh!, si el Nombre de Jesucristo trajo a vida a un bebé muerto y lo llenó con el Espíritu Santo, ¿qué le debería hacer a una Iglesia nacida de nuevo, que reclama estar llena del Espíritu Santo?

El... “Tan pronto que tu...” Dijo: “Bendita tú”, dijo, “porque tan pronto como llegó tu salutación a mis oídos... ¿Por qué... que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto que yo oí Su Nombre, mi criatura saltó de alegría en el vientre”. Juan empezó a gritar cuando él oyó que se habló el Nombre de Jesucristo; vino a vida. Desde ese entonces, ya no hubo ninguna preocupación tocante al bebé, porque ellas sabían que estaría allí. Las grandes cosas de Dios venían en camino.

Simón, el pescador, un escéptico, uno que se burlaba de Andrés su hermano tocante a Jesús siendo el Mesías. En una ocasión, Andrés lo convenció para que fuera a la reunión, y tan pronto como él entró en la Presencia de Dios, El lo miró y dijo: “Tu nombre es Simón. Tú eres el hijo de Jonás”. Y desde ese entonces, Pedro fue un creyente. Es... Fue el gran San Pablo quien primero fue Saulo, un perseguidor de la Iglesia, en su camino a Damasco con cartas en sus bolsillos del sumo sacerdote, para tomar a todas esas personas que estaban gritando y hablando en lenguas y demás, y ponerlos en prisión. Como a mediodía, hubo una Luz que brilló desde los cielos, y él cayó hasta el suelo. Y vino allí una Voz diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Y desde ese entonces, Saulo fue cambiado a Pablo, y llegó a ser un verdadero creyente, y un obrero en la Iglesia.

Fue también en nuestro servicio anoche, cuando un ciego anciano mendigo, quien tal vez ni siquiera tenía comida en su casa, estaba sentado al lado del camino, mendigando. Ciego; él no podía diferenciar el día de la noche. Pero él entró en la Presencia del Señor Jesús. El clamó hasta que su fe lo tocó a El, y desde ese entonces él pudo ver. Cuando él tocó a Dios, desde ese entonces, su vida fue cambiada. Había un leproso, acostado en la puerta, clamando: “¡Inmundo!, ¡inmundo!” Y Jesús pasó por allí. Y en su primer contacto con Jesús, lo tocó a El, y desde ese entonces la lepra se le fue. Fue un maníaco en Gadara, quien estaba tan poderosamente poseído del demonio, al grado que ellos lo encadenaban y él rompía las cadenas, y él mismo se cortaba con pedazos de piedra. Era un hombre tan terrible, al grado que nadie podía pasar por allí; él los mataba si los podía agarrar, tan poseído así del demonio. Todos evitaban ese camino. Y un día, Jesús pasó por allí, y desde ese entonces él fue un hombre cambiado, y tuvo su mente cabal, y pudo irse a casa a su familia. Desde ese entonces, él se había encontrado con Dios.

Fue la mujer en el pozo, cuyos pecados eran tan malos que ella no podía ir al pozo a una hora normal del día; ella tenía que esperar hasta que todas las mujeres decentes se habían ido del pozo. Nadie en la ciudad la escuchaba, porque ella era una mujer de mala fama. Un día, mientras ella estaba parada allí en el pozo de Jacob, fuera de la ciudad de Samaria, ella miró, y reclinado contra la pared, ella vio a Alguien allí que dijo: “Dame de beber”. Y ella le dijo a El: “No es costumbre que los judíos le pidan a los samaritanos tal cosa”. El dijo: “Pero si tú conocieras a quién le estás hablando, tú me pedirías a Mí de beber”. La conversación continuó por un rato. Después de un rato, El encontró en dónde estaba su problema, y El dijo: “Ve, llama a tu marido, y ven acá”. Ella dijo: “No tengo marido”. Dijo: “Correcto. Tú has tenido cinco, y con el que tú estás viviendo no es tu marido”. Ella dijo: “Señor, me parece que Tú eres profeta. Nosotros sabemos que cuando venga el Mesías, El será un Dios-Profeta. Moisés nos dijo que el Señor nuestro Dios levantaría a un Profeta como él. Y cuando venga el Mesías, El nos declarará estas cosas”. Jesús dijo: “Yo soy, el que habla contigo”. Algo le sucedió a ella. Desde ese entonces, ella estaba en la ciudad dando testimonio: “Venid, ved a un Hombre que me ha dicho las cosas que he hecho. ¿No será éste el mismísimo Mesías?” Las cosas habían cambiado cuando ella se encontró con Dios.

Un día, Dios quien es Vida... la Vida y la muerte se enfrentaron. La muerte siempre dudó que El era el Hijo de Dios. Cuando el diablo lo tenía allá, él lo tentó a El. Dijo: “Si eres Hijo de Dios, cambia estas piedras en pan; yo te creeré”. El fue tentado. El se preguntaba quién exactamente era ése. “¿Era ése entonces un profeta, o era realmente Dios?” El no sabía. El no sabía que Dios tenía que hacerse carne y morar entre nosotros. Un día un soldado romano le ató un trapo sobre Su rostro, tomó una vara y lo golpeó en la cabeza, y dijo: “Bueno, si tú eres un profeta, si tú eres ese profeta, dinos quién te golpeó”. El todavía no podía contestar, porque El le hubiera estado obedeciendo al diablo. En la cruz, ellos le dijeron a El: “Desciende de la cruz; nosotros creeremos que tú eres el Hijo de Dios”. Toda esa tentación. El diablo no sabía quién era Ese, en ese cuerpo de carne. Así que, subiendo el monte al Calvario, Satanás todavía no estaba satisfecho que Ese era Dios, Emanuel, el Hijo de Dios nacido de virgen.

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