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Bartimeo El Ciego MP3 - William Marrion Branham

60-0713

Cita del Mensaje de William Marrion Branham:
Ahora, yo quiero que Uds. se fijen, que cuando Dios empieza a lidiar con una persona, ellas algunas veces hacen cosas que ni siquiera se dan cuenta lo que están haciendo. Ella tomó a ese muchachito, y lo puso en la cama del profeta. ¡Qué lugar para ponerlo! ¡Fue exactamente correcto! Lo puso en la cama del profeta, en donde ella había edificado esa casita; y lo había llevado y puesto al muchachito en la cama del profeta. Y ella le dijo al siervo: “Enalbárdame una mulita y anda. No pares a menos que yo te lo diga”. Su esposo dijo: “No vayas al monte Carmelo. No es ni luna nueva ni día de reposo; el profeta no estará allí”. Pero ese corazón de madre por su niño... Ella estaba–ella estaba en angustia. Y ella sabía que si llegaba a ese profeta, que ella se daría cuenta por qué Dios le había quitado su niño. Si Dios le podía decir al profeta que iba tener al bebé, y ella lo tuvo, seguramente que Dios le podía decir por qué le quitó su niño. Ella dijo: “Todo está bien. Sigue adelante”.

Y el siervo fue al monte Carmelo, y Eliseo estaba allí. El estaba parado a la entrada de la cueva, miró. Y él dijo: “Ahí viene esa sunamita”. Y dijo: “Ella está preocupada, pero Dios lo ha escondido de mí; El no me ha dicho lo que ella está... cuál es su problema”. ¿Ven Uds.?, Dios no les dice a Sus siervos todo lo que El hace; El sólo les da a saber lo que El quiere que ellos sepan. ¿Ven? Depende de Dios. Allí estaba ese gran hombre, pero él no sabía cuál era el problema de ella. Y así que, él le dijo a Giezi: “Sal corriendo ahora a recibirla, y dile: ‘¿Te va bien?’” Y él dijo: “¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido? ¿Le va bien a tu hijo?” Miren a esa mujer. “Todo está bien”. ¡Amén! Me gusta eso. ¿Por qué? Su niño yacía muerto, su esposo se estaba apretando las manos nerviosamente y gritando, caminando de punta a punta el patio. Pero, “todo está bien”. Me gusta eso.

Su propósito era entrar en la presencia de ese profeta quien tenía sobre él la unción del Señor. Y ella sabía que ese profeta sabría qué hacer, qué decirle. Ella sabía que él tendría: “ASI DICE EL SEÑOR” para ella. Y así que: “Todo está bien”. Si Dios se llevó al niño, muy bien, mientras fuera el plan de Dios. Dios dio, Dios quitó; bendito sea el Nombre del Señor. ¿Ven? Pero ella quería saber: “¿Por qué?” ¿Era algo que ella había hecho?, o, ¿qué estaba mal? Y cuando ella corrió a los pies de Eliseo, se postró a sus pies. Y así que, Giezi pensó que esa era una conducta un poquito fuera de orden, que una mujer se postrara a los pies de su maestro, así que él la levantó rápidamente. Y así que entonces ella empezó a decirle a él tocante a que el niño estaba muerto. Ahora, él le dijo a Giezi: “Toma mi báculo y ve allá, y ponlo sobre el niño. Y si alguien te hablare, no le contestes. Si alguien te saludare (que es: “¿Cómo está Ud.?”), no le respondas. Sólo concentra tu mente en llevar este báculo al niño, y empieza a caminar”. Me gusta eso. No tenemos tiempo de juguetear, el mensaje es urgente. La gente se está muriendo. Vayamos adelante.

Y él tomó el báculo y se fue. Ahora, yo creo que si la mujer hubiera creído que eso haría la obra, hubiera sucedido. Pero su fe no estaba en el báculo; estaba en el profeta. Así que ella dijo: “Vive Jehová tu Dios, y vive tu alma, que no te dejaré. Yo me voy a quedar aquí mismo”. ¡Oh, me gusta eso! ¡Aférrense a eso! Cuando Uds. se aferren de Dios para algo, no lo suelten. Correcto. Si Uds. toman a Jesús como su Sanador, no dejen que ningún diablo, ni algo más los haga retroceder de eso. ¡Aférrense! “Yo me quedaré con ello”. Quédense allí. “Vive Jehová tu Dios, y vive tu alma, que no te dejaré hasta que me dé cuenta tocante al niño”. Bueno, Elías no se podía deshacer de ella. Así que, de esa manera Uds. deben ser con Jesús. Uds. sólo deben estar en Sus manos, y quedarse allí; clamar día y noche. ¡Esa es la manera! Sí, señor. No se suelten; no retrocedan ni un poquito. Si Uds. lo creen, quédense allí. Hay misericordia en el Señor. Quédense con eso.

Así que, yo pienso que esa es la razón que María, (o mejor dicho, fue Marta que salió a encontrar a Jesús), ella sabía... Ella había leído esa historia del niño de la sunamita. Ella sabía que si Dios estaba en el profeta, seguramente que Dios estaba en Su Hijo. Y ella sabía que ella obtendría su petición, si ella iba con el acercamiento correcto. Esa es la cosa que sigue: la gente se acerca a Dios de la manera incorrecta. Uds. tienen que venir con el acercamiento correcto. No hace mucho tiempo, yo tuve el honor de orar por un rey. Ellos me quitaron los dobleces de las piernas de mi pantalón; me dijeron que nunca... que no volviera mi espalda a él; después que orara y cosas, que caminara retrocediendo de él. Nunca vuelva su espalda a un rey. Esa es una cosa muy buena; nunca vuelva su espalda al Rey de reyes, entonces. ¿Ven? Y es un acercamiento, un cierto acercamiento.

En los tribunales, hay un juez en el estrado, y si Ud. quiere decir algo estando sentado allá atrás, y Ud. dice: “¡Oiga, espere un momento, juez! ¡Yo le quiero hablar un momento!” A Ud. lo sacarían de allí. Hay un acercamiento para acercarse a ese juez, y Ud. tiene que venir por ese acercamiento. Y hay un acercamiento por el que Ud. tiene que venir a Dios. Si Ud. viene a un don de Dios, Ud. tiene que venir en la correcta actitud mental. Ud. tiene que venir en el acercamiento correcto, o Ud. no recibirá nada cuando Ud. venga. Y de esa manera Marta lo hizo cuando Jesús vino; ella vino con el acercamiento correcto. Esa mujer sunamita, ella vino con el acercamiento correcto, con un corazón cargado, anhelando a Dios. Y ella se aferró a eso. Y Eliseo le dijo: “Bueno, yo sólo...” Ciñó sus lomos, y él se fue tras él. Cuando él iba allí, él se encontró con Giezi que venía de regreso. Dijo: “Yo puse el báculo sobre el niño, y no hubo vida en él. Y....” Por supuesto que no; la mujer no lo creía. Si ella lo hubiera creído, hubiera sucedido. Pero ella quería el profeta; ella no sabía tocante al báculo. Eliseo tenía fe para eso, pero la mujer tenía fe en el profeta.

Así que cuando Eliseo llegó al cuarto... Quiero que Uds. se fijen: sin orar. Eliseo llegó allí... ¡Ud. habla de una situación! Allí estaba la gente en el patio, lamentando y alborotando; y el padre todo destrozado, y todos gritando. Y el niñito tendido en la cama del profeta, había estado muerto desde mediodía. Y Eliseo entró, y caminó de punta a punta (la Biblia dice: “a una y otra parte”), en el cuarto. ¿Qué estaba haciendo él? Esperando la unción. ¡Amén! Caminando de punta a punta (¡oh, hermanos!), sólo esperando la unción. Después de un rato, la unción del Espíritu Santo vino sobre él, y él se tendió sobre el niñito, puso sus labios sobre sus labios, su nariz sobre su nariz, su frente sobre su frente, y se quedó allí. El lo sintió, entró en calor; se levantó, caminó otra vez. ¡Oh, hermanos! Me gusta eso. Caminando de punta a punta, hasta que él sintió la unción sobre él otra vez. Cuando vino la unción sobre él otra vez, él se tendió sobre el niño otra vez, sus labios sobre sus labios, su nariz sobre su nariz. Y cuando menos pensó, el niño estornudó siete veces y vino a vida. ¡Amén!

¡Oh, cómo el pequeño Bartimeo le gustaba esa historia! A mí también me gusta. “Oh”, él pensó: “¿sabes qué? Ese mismo gran profeta Eliseo... Y cuando Elías subió, él envió una doble porción de su espíritu sobre Eliseo. Y Eliseo fue un gran profeta”. Y entonces, justo en ese momento, sucedió que él pensó: “No hace muchos años, ese Elías y Eliseo caminaron por este mismo camino en donde yo estoy sentado al lado, juntos, rumbo al Jordán para abrirlo y cruzarlo caminando”. ¡Amén! ¡Oh, hermanos! Oh, el viento sopló y él se puso su viejo saco harapiento un poco más arriba, Uds. saben como que el sol se estaba moviendo hacia el otro lado del muro. El pensó: “No hace más de unos cuantos cientos de años, Elías y Eliseo caminaron por estos mismos adoquines viejos aquí, juntos, yendo allá. Y Elías se quitó ese manto e hirió el Jordán, dijo... y el Jordán se abrió. Y Eliseo lo tomó, e hirió el Jordán, y se regresó con el manto”.

Oh, yo puedo oír a Bartimeo ahora, clamar en sí mismo y decir: “¡Oh, si yo únicamente hubiera estado sentado aquí en ese entonces! Si yo hubiera estado sentado aquí en ese entonces, yo hubiera corrido a la calle y dicho: ‘Oh, grandes y santos profetas de Dios, oren por mí, que el Señor Dios me recobre mi vista’. Y ellos hubieran puesto sus manos sobre mí, y yo... mi sueño anoche de que veía otra vez hubiera sido verdad; yo hubiera recobrado mi vista. Pero, ¡ay de mí!, mi sacerdote en el templo me dice que los días de los milagros han pasado”.

¡Oh!, ¿cuándo fue que los días de los milagros pasaron? Cuando el día de los milagros haya pasado, el día de Dios ha pasado, porque Dios es milagros. Seguro que sí. Los días de los milagros nunca pasarán; nunca pasaron y nunca pasarán. Pero ellos decían que los–los días de los milagros habían pasado. En ese momento, él oye un–un pequeño chasquido viniendo por la calle. El escuchó. “Debe ser una... es una mulita. Hay alguien corriendo enfrente con sandalias puestas. Debe ser un hombre rico que está viniendo”. El no lo podía ver, pero él podía oír. “Debe ser un hombre rico, porque él está cabalgando una mula”.

Así que él se levantó de su piedra, dijo: “¡Ayúdeme! Yo soy... Mi nombre es Bartimeo. Yo soy un hombre ciego. Yo tengo una niñita en casa, y una esposa. Por favor, ¿me daría Ud. una limosna? Yo–yo–yo llegué aquí muy tarde esta mañana”. Y el siervo paró, y dijo: “¿Maestro?” Y sucedió que el hombre allí dijo: “Escucha: ¡apártate de mi camino vagabundo, mendigo! Yo soy un sacerdote. Yo voy en camino allá para reunirme con la asociación ministerial. Hay un profeta fanático en la región, que reclama ver visiones y demás, y que sanaba a la gente enferma y demás. El es un profeta fanático de Galilea. Yo voy a reunirme con la asociación ministerial para ver que nada de ese fanatismo empiece aquí en Jericó. ¡Apártate de mi camino! Yo voy rumbo allá. “Yo soy el siervo del Señor (¡con una actitud como esa!), y voy rumbo allá”. Bartimeo encontró la manera para regresar, y encontró otra vez su piedra, pero la... Uds. saben, el sol se había ido al otro lado un poquito, y estaba un poco sombreado allí. Así que él–él se movió al sol otra vez; se encontró otra piedra y se sentó, se cubrió otra vez con su vestuario.

Pensó: “Oh, ¿no fue eso hermoso, de pensar del pasado cuando yo era un muchachito, cuando mi mamá solía...? Oh, sí, yo también recuerdo que ella me dijo cómo el gran Jehová guió a los hijos de Israel (mi pueblo) dentro de esta tierra prometida; de las grandes historias que ella contó, de cómo Jehová llovió pan del cielo y los alimentó; cómo El causó que un poderoso viento soplara codornices; cómo El sacó agua de una roca. ¡Oh!, ¿qué ha pasado con ese gran Jehová? Pero el sacerdote me dice que los días de los milagros han pasado, así que no hay más que yo pueda hacer al respecto. ¡Oh, si tan sólo yo pudiera haber vivido en aquel día! ¡Si yo pudiera haber vivido en el día cuando Jehová estaba realmente vivo, y aquí en la tierra con Su pueblo! Pero, ellos me dicen que todo eso terminó, así que yo... no hay nada que yo pueda hacer al respecto”. Y mientras él estaba sentado allí, él empezó a pensar: “Sí, yo recuerdo al gran guerrero, Josué. Cómo mi madre solía decir: ‘Cariño: justo al cruzar de allí, justo en el vado, allá al sur de la ciudad, Josué, el gran guerrero poderoso quien tomó el lugar de Moisés...” Un tipo del Espíritu Santo ahora, tomando.... ¿Ven?, Moisés no llevó a los hijos a la tierra prometida. El era el dador de la ley, pero no llevó a los hijos a la tierra prometida; Josué los llevó. ¿Ven? Y el Espíritu Santo es el que los está llevando ahora. Cristo abrió el camino e hizo los planos y fue el dador de la ley y demás. Pero el Espíritu Santo lleva a la Iglesia a la tierra prometida, al rapto, levantándola, el Espíritu Santo en el rapto.

Y cómo fue que Josué, el gran guerrero, se paró en la ribera allá después que él había visto a Dios moviéndose con Moisés. Y él se paró allí, y era el mes de abril, su madre le dijo. Y con toda el agua de la nieve de arriba de las montañas de Judea que se estaba derritiendo, el Jordán se había desbordado por todas las praderas allí. Pero el gran Josué se paró al otro lado, y él vio a Dios. Y El le dijo que juntara al pueblo, y que ellos mismos se santificaran, que se prepararan, porque El iba a abrir el Jordán. Y cómo fue que el gran Josué puso primero a Dios, puso primero a los sacerdotes, y al arca del pacto. Esa es una lección real; quisiera que tuviéramos tiempo para quedarnos en eso un rato. ¡Pongan primero a Dios si Uds. quieren ver algo! Si el doctor les dijo a Uds. que él ha hecho todo lo que él puede hacer por Uds., el hombre es honesto. Entonces si él ha hecho todo lo que puede hacer, pongan a Dios allí ahora. Pongan a Dios allí y manténganlo allí. Tomen a Dios como su Sanador, y vean lo que El hace. El doctor está limitado; Dios es ilimitado. El doctor puede hacer todo... El puede–él puede obrar en dos sentidos: lo que él puede ver y lo que él puede sentir; son los únicos dos de sus sentidos que le declararían algo. Dios (¡qué cosa!), El–El–El es sin... El tiene fuentes sin explorar, ¡todas las cosas! El puede hablar la Palabra, y será así. Pónganlo primero a El.

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